martes, 24 de enero de 2012

(*) DesILUSIONES

Sí, podría darte mi número, y seguramente tú me llamarías y yo,más niña, esperaría que lo hicieras. Quedaríamos en algún sitio amable y al principio los dos nos sentiríamos especialmente torpes con las palabras. Te tiraría el humo a la cara por los nervios y tú me darías una patada por debajo de la mesa, pero nos reiríamos y a partir de ahí todo se volvería más fácil. Jugaríamos a pagar rondas de vergüenza hasta emborracharnos la brusquedad por besarnos. Se nos haría de día presentándonos desnudos en el sofá y bromearíamos sobre la necesidad de repetirlo. Quedaríamos muchas veces más, al principio buscando excusas, después excusándonos por no hacerlo. 
Y todo sería SOSPECHOSAMENTE perfecto: la cama, la risa, el ejército de hormigas en la barriga. Y de repente llegaría la mañana en la que te das cuenta de que estás queriendo con la cabeza, el corazón, el humor y el sexo. Con suerte ninguno de los dos enfermaría de cobardía y no nos arañaríamos demasiado. Como primicia no le daríamos importancia a los enfados y luego nos enfadaríamos sin importarnos. Nos creeríamos invencibles, pero llegaría la noche fría en la que me pondrías la mano encima y yo no la sentiría. O el momento en que tú aborrecerías mi manera de contarte cómo me ha ido el día. Puede que hasta consiguiéramos fingir la vehemencia suficiente como para pretender que el desencanto no resultase tan doloroso. 
Como mínimo uno de los dos saldría trasquilado, y no es que me acojone la posibilidad de que me hagas daño... Pero últimamente ando aquejada de pereza, se me ha dormido el corazón y no me encuentro por ningún lado las ganas de querer. Y encima, lo que yo quisiera es un amor al revés, uno que empezara mal y terminara bien. Uno que empezara con gritos, siguiera con caricias y se agarrara con besos.
Un amor totalmente del revés. Uno que no terminara.

viernes, 6 de enero de 2012

(*) Razones para creer

       Y a con­tinuación se aparta y la ve sonreír con los ojos de nuevo brillantes, sólo que esta vez de felicidad, de nuevo parecen tranquilos y confia­dos...

Cuando eres pequeño cualquier cosa puede cautivarte, pompas de jabón o un riego que crea un arco iris sobre el césped. Creo que hacerse mayor significa que cada vez te cuesta más encontrar la forma de sentirte cautivado. La única vez que veo a los adultos con esa misma cara es... cuando se enamoran.
 
Por pedir, me pido sorprenderte… que te dejes sorprender… que te guste que te sorprenda…

(*) 2012: que nada nos quite nuestra manera de disfrutar la vida

Hay días en que uno no se levanta con ganas de sonreír y mucho menos de hacer sonreír a los demás. Esos días donde la realidad parece tener un solo punto de vista: el negativo. No es falta de inspiración, es el mal rollo que alguien te contagia o esa sensación de que el mundo ya no está para bromas. En esos días, los que trabajamos intentando hacer sonreír a este país, tenemos un pacto. Sin previo aviso y sin que nadie se de cuenta, al primer síntoma de que el mal humor nos está ganando la batalla nos encontramos allí donde algunos dicen que el maestro descansa. Nos damos ánimos, que si estás más delgado, que si tú estás más joven, a ti te está creciendo el pelo, si estás más gracioso, nos contamos algunos chistes que conocemos de memoria, pero fingimos reírnos como si fuera nuestra primera vez. Y así pasamos el rato, hasta que finalmente alguien hace la pregunta...

Maestro, ¿Se puede ver cada día el lado bueno de todo, con la que está cayendo?

-¿Sí, dígame?
-"¿Es el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento? Es que quería preguntar una cosa ¿Ustedes van a avanzar mañana? ¿A qué hora? 
- ...
-A las siete estamos todos acostados. ¿Y no podrían avanzar por la tarde? después del fútbol. 
- ...
-¿Y van a venir muchos? 
-...
-Qué bestias…Por cierto, Ayer estuvo aquí el espía de ustedes, Agustín, uno bajito, vestido de lagarterana."