domingo, 28 de noviembre de 2010

(*)

- Perdón. ¿Puedo sentarme aquí, contigo, a terminar esta cerveza?

- Si, claro.

- Mi nombre es Alejandro.

- Ah. Está bien. Yo soy Estela.

- Estaba en el otro extremo del café. No sé. Te vi tan sola.

- Me gusta estar sola.

- ¿Siempre?

- No, siempre no. Hay días. ¿No te ocurre que de pronto te vienen ganas de hacer balance contigo mismo?

- A veces. Pero por lo general de noche. Mi problema es que padezco de insomnio.

- De noche prefiero dormir.

- Yo también. Pero no siempre puedo.

- ¿Mala conciencia?

- No. ¿Acaso tengo aspecto de delincuente o de violador?

- De violador, no.

- ¿De delincuente?

- Vaya una a saber. No hace diez años que nos conocemos, sino cinco minutos.

- ¿Siempre estás así, a la defensiva?

- Hay que cuidarse.

- ¿Venís a menudo a este café?

- Dos o tres veces por semana.

- ¿Trabajás por aquí cerca?.

- Si el interrogatorio va a continuar de esta guisa, reclamo la presencia de mi abogado.

- ¿De esta guisa? ¡Qué léxico! Me gusta que tengas sentido del humor.

- ¿Y vos qué hacés?

- Traduzco.

- ¿Del inglés?

- También del inglés. Pero sobre todo del francés y del italiano. Y además soy soltero en español.

- ¿Me hacés confidencias para que yo te haga las mías?

- No sabía que la soltería era una confidencia. Más bien creía que era un estado civil.

- Yo no soy soltera. Estoy separada.

- ¿Y qué tal?

- ¿Qué tal qué?

- ¿Cómo te sentís con el nuevo estado?

- No tan nuevo. Hace un año que me separé. Ahora ya me acostumbré, pero al principio fue duro.

- No te pregunto si vivís sola, porque vas a pegar la espantada.

- ¿Por qué? Vivo sola, claro.

- ¿Y tu familia?

- Me queda poca. Mi vieja vive en Brasil, con mi hermano. Mi viejo se quedó en un infarto. Tengo una hermana, casada con un gringo, que reside en Los Angeles. Y se acabó.

- ¿Qué hora es?

- Las seis y veinte.

- Caramba. Tenía que estar a las seis en el Centro. Pero no importa. Total, ya no llego. Ni en Taxi. Lo que pasa es que mi reloj está perezoso. 'Ves que marca las cinco y diez? Además, no he perdido el tiempo. Me gustó conocerte.

- ¿Conocerme? Mucho no hemos hablado.

- Lo suficiente. Y una relación no sólo se construye con palabras. También hablan los ojos, ¿no?

- Ajá. ¿Y se puede saber qué te dijeron mis ojos?

- Reservado.

- Te gusta el cachondeo, ¿eh?

- Me gusta pasarla bien.

- A costa de esta servidora.

- ¿Se puede saber qué edad tenés?

- No se puede.

- Representás veintitrés.

- Frío, frío.

- Yo tengo veinticinco.

- Pues representás veinticuatro y medio.

- Esta vez te haré una pregunta que requiere una respuesta franca.

- Venga.

- ¿Te caigo bien?

- ¿En qué sentido?

- Vertical. Horizontal. El que prefieras.

- Digamos que sí. Aunque no se por qué.

- ¿Te lo explico?

- No, por favor. No soporto la vanidad masculina cuando se desata espontáneamente.

- ¿No te parece como si nos conociéramos desde hace años?

- ¿No te suena esa pregunta como de culebrón venezolano?

- Vos contestame. ¿Te parece o no te parece?

- ¿Años?. No. Me parece como si nos conociéramos desde hace veintiocho minutos.

- ¿Alguien te dijo alguna vez que irradiás una simpatía tan fuerte que a uno lo marea?

- Bueno, una vez un muchacho me dijo que mi simpatía lo emborrachaba.

- ¿Ves? Es así nomás. Y fijate que ni siquiera te he tocado una mano.

- Ni te atrevas.

- ¿No me das permiso?

- Claro que no. Apenas si autorizo a mi mano tocar la tuya.

- Bárbaro.

- Tenés una piel suave. Interesante. Se ve que nunca fuiste obrero.

- ¿Y esa cicatriz en la muñeca?

- Ah sí. Con ese detalle ya lo sabés todo de esta joven marquesa. Hace dos años intenté matarme.

- ¿Y qué pasó?

- Me salvaron. Unas vecinas. Lo bien que hicieron. Estoy contenta de seguir vivita y coleando.

- ¿Mal de amores?

- No. Falta de amores. Vacío de amores.

- ¿Droga quizá?

- Nada de eso. Ni siquiera fumo. Casi no tomo alcohol. ¿Vos nunca quisiste suicidarte?

- Soy demasiado pelotudo para tomar una decisión tan laboriosa.

- Ya me dijiste que sos soltero en español. Pero ¿tenés mujer, compañera, amante o noviecita?

- Nada, mi niña. Llevo tres meses y medio de virginidad sabática.

- Entonces voy a hacerte una confesión que confío aprecies en toda su buena fe. - Así será.

- Y en toda su inocencia.

- Soy todo orejas.

- Quizá te parezca extraño, pero tengo ganas de verte desnudo.

MARIO BENEDETTI

No hay comentarios:

Publicar un comentario